La otra cara de la migración.

En estos últimos años donde la pobreza y las confrontaciones civilices en ciertas regiones del globo han vuelto a resurgir el fenómeno de la migración masiva que no se había visto desde el fin de la segunda guerra mundial, poniendo este tema en la agenda global como una de las problemáticas que requiere atención, y en las agendas políticas de distintos países por impactos que estos están recibiendo.

Por un lado, están los países receptores que no estaban preparados para recibir tan grande masa de refugiados, desplazados y migrantes; por el otro los países expulsores de donde provienen los nuevos migrantes.

La migración masiva en el mundo occidental a generado una fuerte y acalorada discusión donde se han formado dos corrientes diagonalmente opuesta una basada en el ultranacionalismo y racismo que piden más control y expulsión de los migrantes; mientras están las postulas humanistas o progresistas que piden atención y solidaridad con esta población.

Las posturas ultranacionalistas nos están recordándo lo frágil que son las democracias liberales y llevando al mundo a presenciar vejámenes que no se habían visto desde el acenso del Nazismo y Fascismo en Europa, que van desde niños enjaulados como animales, cuerpos muertos flotando en el mediterráneo llegando en decenas a las costas, cercas de alambres que se irguen como el muro de Berlín entre otros vejámenes que el mundo ha visto de forma indiferente.

Pero al mundo se le a olvidado mencionar el bono positivo de la migración sobre los países receptores, y es que aunque es cierto que la migración incrementa la oferta de empleo y por ende la tasa desempleo en el corto plazo, también tiene el efecto de mejorar la tasa de dependencia de la sociedad receptora (la población en edad de trabajar aumenta en relación a la población dependiente ancianos y niños) lo cual es positivo pues permite alargar los efectos de los bonos demográficos que incentivan el crecimiento económico y prolonga el inversión de la pirámide poblacional, retrasando los problemas fiscales relacionados a los sismas pensionales.

Pero la migración también trae conocimiento y experiencias que se trasmiten por medio de la fuga de profesionales, técnicos o empresarios que transmiten este conocimiento a las sociedades que llegan, ese fenómeno de transmisión de conocimiento es lo que permitió el nacimiento de la industria química o cervecera en Colombia, pues la trajeron los migrantes europeos de finales de siglo XIX y comienzos del XX, cebe recordar que Colombia no fue el principal receptor de estos migrantes que llegaron principalmente a Argentina y Brasil.

Las migraciones tienen el efecto de enriquecer las culturas y hacer cosmopolitas las sociedades algo que en ámbito comercial trae réditos positivos en el largo plazo, pero deben ser bien manejadas y tener una política de inserción e integración del migrante a la sociedad y que este se identifique y sea tratado como un ciudadano mas, si la nación receptora logra esto se puede aprovechar el bono positivo de la migración como lo hizo Estados Unidos en el siglo XX o Argentina a lo largo de su historia o Brasil.

Pero si la nación anfitriona opta por la segregación, la exclusión y la creación de ciudanías de segunda y tercera clase, como lo ha hecho Europa no solo no podrá aprovechar el bono de la migración, sino que engendra males tan grandes como el radicalismo y violencia, porque un grupo social oprimido y excluido tarde o temprano se levantara y atacara a sus opresores en formas radicales e impredecibles, como el radicalismo musulmán que se viene gestando y fortaleciendo en los guetos europeos desde las migraciones de mediados de siglo XX que se originaron de las independencias de las colonias del norte de África y Medio Oriente, si las naciones optan como Europa por la segregación y construcción de guetos tarde o temprano esa hoya explotara en violencia como le esta pasando a Europa.